viernes, 22 de enero de 2010

Cinechitá?


Leyendo este domingo el diario El Mercurio, un reportaje al cine chileno cuyo subtítulo decía: “avanzando en reversa”. Se exponía de la calidad de éste, que había mejorado, mas, en el aspecto comercial, cedía terreno y se planteaban preguntas y opiniones de diversos personajes relacionados.

La recaudación por entradas para ver cine chileno está disminuyendo cada vez más. Las razones esgrimidas son muchas y variadas. Desde los temas elegidos para plasmar en celuloide, la falta de marketing, la competencia circundante (dvd, cable), el “monopolio” de los grandes distribuidores y sus megaproducciones (Batman, Harry Potter, Avatar, etc.) , la falta de apoyo del Estado o el escaso dinero del Fondart que, en definitiva subsidia en un 60% a 80% el financiamiento de un film. Etc., etc.
Argumentos, opiniones y pronósticos hay miles y muy diversos. Desde que el cine se ha transformado en un espectáculo para adolescentes (Fouget), la duda de hacer cine masivo o étnico (Pereira), la drástica sentencia de Fernández: el cine chileno es menospreciado, y una autoridad del Consejo de las artes que, plantea lo de siempre: estamos trabajando…, tenemos que evaluar…, hay mucho por hacer…, tenemos poco público…(poca plata, pocas salas, todo poco!), no hay una manera de hacer las cosas (es decir, no tienen idea cómo hacerlas!), en fin.

Lo que me indujo a escribir y opinar sobre esta materia fue un párrafo donde se deja ver que podría haber una “ley” proteccionista similar a la de Corea en el año ’67 (más de 40 años!!) en que se obligaba a exhibir producto nacional. Ahí caí en una especie de catalepsia artística y me decidí a escribir. Cómo es posible que todavía exista una opinión que plantee siquiera tamaña estupidez!. Así que puede que alguna mente brillante del Senado o la H. Cámara de Diputados podría iluminarse y plantear un proyecto de ley de esta envergadura?, sería posible?, claro que sí, pues, si hay de todo en la viña del Señor!
Pensarían que una ley podría cambiar nuestros hábitos de consumo?...yo creo que no. Es que el tema es muy diferente al cómo lo están enfocando todos estos personajes. Y lo voy a explicar con una breve reseña histórica:
Chile ha seguido la influencia europea desde el inicio de la Conquista hasta, me atrevería a decir, 1973. Desde el inicio de la independencia hasta el término de la democracia. Más de cien años de tener Europa como norte en nuestras costumbres, tendencias políticas, culturales, socioeconómicas e intelectuales.
Con la irrupción del Gobierno militar se optó por la adopción de nuevas doctrinas las que llegaron de los EEUU, concretamente de los llamados “chicago-boys”, jóvenes re-educados en universidades norteamericanas (Chicago, Yale, Harvard, Princeton) y que implantaron la “nueva” cultura del norte: el consumo, y la economía de mercado.
Así fue. El mercado fue la brújula de todo accionar y regulación posible en aquella época. La revolución mercadotécnica, la oferta y la demanda, las curvas, sus elipses y parábolas. Todo fue respondido en función de estas variables, céteris páribus, como decía mi profesora de economía.
Como fue un gobierno represivo para quienes no comulgaran con sus políticas imperantes hubo dos grupos de perjudicados: los que se fueron (exiliados) y los que se quedaron, todos ellos afines a partidos de centro-izquierda.
El fenómeno social acá se torna interesante. Quienes se quedaron en Chile, se les produjo una especie de criogenia espacio-temporal, es decir, con el dolor y drama de la pérdida de sus familiares, amistades y gobierno, sus capullos se cerraron a todo aire de cambio y modernidad imperante y que viniese del lado opuesto, centro-derecha. Dicho más claro, se congelaron en su concepto de influencias, percepciones, ideales, y proyectos de vida. Quienes se fueron del país, voluntariamente unos y obligados otros, se distribuyeron precisamente por quienes habían sido sus aliados políticos, ideológicos y económicos, Francia, Italia, Alemania del Este, Rusia, entre los principales. En ambos casos la influencia europea seguía intacta.
Cuando 17 años más tarde, el país retorna a la democracia, asumen el gobierno quienes habían sido oposición durante todo ese largo período. Por lo tanto, se formó una mezcolanza de influencias que sigue en pugna hasta nuestros días: la influencia europea que traían los retornados y quienes se quedaron contra la influencia americana, su mercado y su way of life.
Gran parte del sector artístico chileno que se fue del país era de la corriente europea, las nuevas generaciones crecieron allá, se educaron allá, se formaron socialmente allá. Por lo tanto, la visión artístico-cultural que impera…imperaba en Chile era europea.
Volviendo ahora al tema que nos convoca: el cine, el concepto europeo de realización cinematográfica es llamado “cine de autor”, esto quiere decir que la ideología, el proceso y la proyección va de la mano de su realizador, director. Es éste quien decide qué filma, cómo lo filma, edita, distribuye y proyecta. No hay una mano comercial de por medio, sino, “artística”. Desde el punto de vista netamente personal y unidireccional. Puede llamarse como quiera: performance, avanzada, visión personal, introspectiva, ensayo, realismo, purismo, etc. Pero, en definitiva eso es. Y eso es lo que aprendieron quienes practican el cine en Chile, lo enseñan, lo divulgan y…lo dirigen e influencian a nivel político.
Para evidencia de lo que digo, directores como Luc Besson (Nikita, 5° elemento), Roland Emmerich (el dia de la independencia, el día después de mañana, 2012), Alfred Hitchcock, francés, alemán e inglés respectivamente, los exiliaron o se autoexiliaron pues no calzaban con la filosófica doctrina europea de “hacer cine”.
Por otra parte, el sistema americano de hacer cine es diametralmente opuesto y ofende en lo más profundo el sentido artístico europeo. Aquí se le llama “Industria del Cine”. El gringo optó desde la maquinita de Thomas A. Edison a ganar dinero con este medio y de ahí su nombre: industria. Análogamente a una fábrica automotriz de Henry Ford, acá el cine pasa por diferentes etapas, por diferentes manos, donde entra un perno y sale un automóvil, acá entra un productor, consigue un director y actores, filma, se va, pasa a un editor, se va. Sonido, efectos, distribución y venta, perdón!, exhibición.
Chile tiene una población pequeña, por lo tanto, su mercado es reducido. Entonces se debe optimizar este proceso artístico. Para ello, no debemos aplicar políticas proteccionistas, ni necesariamente aumentar los fondos fiscales Fondart (bienvenido sea si se hace, todo sirve), ni pensar en abrir salas “especiales” para cine chileno…qué significa eso!!, por Dios!, lo que hay que hacer son dos cosas:
1. Aplicar una simple ecuación
2. Afrontar este movimiento desde el punto de vista del mercado: un “minimarket” del cine chileno, o mini-industria.
En lo primero, me refiero a que es simple: no se puede gastar más de lo que entra, vale decir, se conocen los movimientos de público, los tipos de películas que se ven según los tiempos. Esa información existe. Por qué el empresariado chileno no invierte en cine? y sólo lo hace caritativamente el Estado y BancoEstado cobrando sus intereses acogotando a los soñadores artistas cuando las cosas salen mal (que es casi siempre). Una, porque el cine es un negocio extremadamente riesgoso cuya tasa de pérdida es altísima. Además no existe un mercado que mueva, estudie, maneje y olfatee este negocio porque, repito, no es una industria, y por lo demás no se sustentaría, quién lo paga?, papá Fondart?. Dos, porque los llamados inspirados artistas cobran tan caro por su performance que ningún empresario está dispuesto a arriesgar mucho dinero que lo más seguro es que lo pierda. Así que estos creadores recurren a coproducciones donde hacen un arca de Noé de protagonistas, dependiendo de quién pone más lucas, si es español, la jovencita es española, y así si es mexicana, italiana o saudita. Entonces la cosa se torna confusa, el guión se corrompe, la historia pierde fuerza, y se llega a un fracaso de taquilla y desesperados, sus autores corren con sus carretes (película) a todos los festivales que sus productores pueden pagarles para ver si gana algo aunque sea en los Balcanes.
Por lo tanto, hay que abaratar costos drásticamente en la producción de un evento fílmico. Si hacer una película cuesta $5.000.000 (US$10.000) el escenario de estirar la manito se vuelve perfectamente posible, a menos privados se les riscará la nariz y financiar una película hasta se les hace “cool”!...las ganancias son más posibles incluso con poca afluencia de público, el Fondart alcanzaría para lo que no se pudo conseguir: publicidad, marketing, merchandising, viajes, hasta ProChile podría poner su granito de arena y molestando a los indigestados embajadores. Y lo que digo no es una herejía, caballero! diría Fidel, si no pregúntenle al ganador del festival de Sundance en 1993, que con míseros US$7.000.- obtenidos como conejillo de indias para probar medicamentos en laboratorios de USA, hizo su opera prima “El Mariachi”, Robert Rodríguez.
Como punto a favor, tenemos que la tecnología existente ofrece variadas formas de concretar sueños fílmicos, a través de cámaras de alta resolución, software de edición digital, efectos visuales y sonido que hacen más económica la realización cinematográfica.
Entonces: sí se puede!
En lo segundo, terminar con el capricho de ser una segunda Europa, porque pelear contra gigantes como EEUU y su tremenda influencia mundial, es, para ser realista, imposible. Allá dejemos a los europeos con sus ideas ortodoxas, para eso tiene excéntricos millonarios que aburridos de ganar plata explotando países pobres les da por la conciencia social y crean el cirque du soleil, experimentos de 3 horas, como los de Kieslowsky, Herzog, y tantos más. No somos Herzog ni creo lleguemos a su altura pero por esa vía, por cierto que no lo lograremos.
La idea es que se cree una industria de cine económico, con grandes talentos emprendedores, que usen su máxima creatividad y desarrollen su arte en las condiciones más duras, eso les formará oficio, les enseñará a trabajar con mínimos recursos y a desarrollar la eficiencia para maximizar los recursos. Con ensayo-error, ensayo-error, en algún momento, en el momento menos esperado saldrá un Spielberg, un Lucas, y esos éxitos darán espacio para el cine de autor que será más esporádico, pero el mercado sabrá hacer un nicho para dichas performances, para esas expresiones íntimas, tales como Schindler’s List, El gran pez, El Padrino, Gone with the wind, Casablanca, Citizen Kane, Fargo, Vértigo, La Diligencia, Psycho y tantas otras joyas del Cine mundial que podría tener a un chileno en esa lista, algún día. Ojalá no sea en una galaxia muy, muy lejana...

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