lunes, 11 de enero de 2010

Los sueños no se terminan...se transforman


Soy un convencido que la cepa País, "nuestra" cepa País, puede llegar a ser un vino de calidad.

Nuestra región del Maule concentra más del 80% de la producción de esta noble cepa traída desde la conquista española.
Como siempre he dicho, la potencialidad de nuestro Cauquenes (...y la de Chile) es inmensa, el problema no está ni en la tierra ni en el cielo, está al medio: en su gente. Somos nosotros los que no creemos en lo que somos, y a veces renegamos de ello. Alguna vez nos dijeron que el vino País era delgado, sin cuerpo, sin gran sabor: pipeño, pero resulta que durante cientos de años hemos sido víctimas de nuestra propia profecía autocumplida. Y es cosa de revisar la historia. Me explico.

Desde que se trajo desde España y Perú para darle bebida a los nuevos colonizadores y matizar las misas con la cena de pan y vino en las iglesias, se buscó que este vino fuese dulzón, delgado para no marear a los curas en medio de la misa y alegrara las almas de soldados y habitantes tan alejados de su tierra natal.

Luego, cuando se hizo masivo su uso y abuso y la demanda superaba la oferta, nuestros criollos comerciantes no hallaron nada mejor que "suavizar" estos generosos caldos con agua, agregarle otras infusiones santas y no tan santas que se entregan a la mitología vinícola, además de envasarse y transportarse en no muy cuidadas formas. Todo esto contribuyó negativamente al "pedigree" de este vino.

Chile miraba (sino hasta hace muy poco) a Europa como centro del movimiento intelectual, cultural y artístico. Para hacer algo distinto del malogrado "litreado" país y, que por lo demás, tomaba la masa de este pueblo, don Silvestre Ochagavía, Luis Cousiño y otros personajes de la alta aristocracia chilena se embarcaron en la tarea de traer cepas que tomaran los franceses y así poder sentirse más en comunión con la usanza gala, tomar algo distinto y, de paso...generar mayor valor agregado ($) a esta bebida.

Así, el disfrute del vino fue selecto para algunos y masivo para otros y con este desarrollo paralelo no se dejó trabajar en otras instancias a la País. Mantuvo su rotulación de masiva y poco estructurada, a su vez que su descuidada mantención en bodegas producía malos mostos para un consumo selecto, por lo demás, ¡para qué tomar "vinagrillo" popular si podían elegir el vino de los reyes!

Este proceso continuó creciendo con los años y se estancó la cultura del vino país. En contraparte, las cepas "finas" desarrollaron tecnología, sistemas de plantación, conducción, alimentación, etc, que catapultaron y cimentaron un camino de prosperidad y sinónimo de distinción a las cepas finas que con el cuidado recibido entregaron sus mejores frutos y llenaron de medallas a sus dueños en circulos nacionales e internacionales, con la llegada de Miguel Torres.

Este es un punto crucial en que me voy a saltar la historia y haré un aro en esta deliciosa idiosincracia chilensis, y que, por lo demás, se repite con estupor en cientos de aventuras emprendedoras...en nuestro país.

Puntos importantes:
- la traída del vino por los españoles (1548)
- la introducción de cepas finas por Ochagavía y Cousiño. (1851)

Y hasta ahí no más llegamos. Tuvieron que pasar 129 años (!!!) para que viniera un extranjero, pusiera sus ojos en Chile y dijera que acá podía emular sus maravillosos vinos producidos en Europa...
Perdón!!, acá? en Chilito?...no estará equivocado, señor?... (no lo podemos tildar de loco porque: primero, es europeo
segundo, español
tercero, empresario
cuarto, es don Miguel Torres.

Si fuese chileno, ya lo tendríamos arriba de un furgón de Carabineros camino a Recoleta directo al Hospital Siquiátrico.

Claro que en honor a la verdad, fue Alejandro Parot, enólogo chileno, que en su estadía de posgrado en Dijon conoció a Torres y le recomendó Chile para asentarse y aumentar sus divisas empresariales. La gracia es que le creyó!.

El pecho de algunos criollos se hinchó más que sus conciencias por lo que se habló hasta pasado el toque de queda de lo fabulosos de los vinos chilenos.

Así, el escenario se revolucionó y algunas bodegas abrieron sus ventanas, sacaron el rancio de las piezas, desempolvaron los sillones de felpa, cambiaron la cal por oleo opaco, aceitaron las rejas de entrada y creyeron estar a la par de este raro especimen español.

Cuando, mirando a través de los vidrios telarañados vieron que no solo mejoraba estancias sino algo plateado traían enormes camiones a Curicó: estanques de acero inoxidable y barricas de roble francés.

Allá partieron, entonces, botando las cubas de raulí, repintando las de cemento y comprando lo que el "Torres" traía.

Les sacó sudor, lágrimas y muchas lucas que no querían gastar a estos amodorrados empresarios chilenos...pero la competencia por la distinción es dura.

Asi, cumplo con terminar este paréntesis en donde expongo que, una vez más, tuvo que venir un forastero para mostrarnos lo afortunados que somos.

Después, al tomar vuelo, más de alguno se entusiasmó y dió otro salto que fue el lograr que los vinos chilenos tuviesen precio, respeto y preferencia en los exigentes mercados mundiales.

Y...dónde quedó el vino País?
allá, pues, en los anaqueles de botillerías de barrio, en la chuica o damajuana, hoy: garrafa, más tarde almacenes de provincia, relegado al mercado nacional y para mejorar los finos que no hayan tenido la fortuna de darse bien.

Aprovechando esta coyuntura que se dio, hubo muchos "habilidosos" que no quisieron que las brisas de cambio llegaran a esas latitudes y cerraron puertas y ventanas y aplicaron la estrategia del marido inseguro: "eres fea, nadie te ve, tienes la suerte de tenerme a mi".
Así consigo que la fruta país se venda barata, mejoro los caldos finos y le saco un mejor precio que triplique mis ganancias.
El cuento no es nuevo: lo hacen los franceses desde que descubrieron que podían traer vino barato chileno y mejorar los suyos y venderlo etiquetado como vino francés, a...un mejor precio (para qué voy a ser tan agorero!)

Voy a sentarme en un banco de la plaza de Cauquenes a esperar que algún valiente y emprendedor (espero no sea Torres!) se dé cuenta el oro que tiene en sus cerros secos y calurosos, maneje sus viñedos y saque la mejor sangre que el hijo de Dios nos pudo dejar a nosotros mortales. Nuestro hermano Carignan renació de las cenizas, por qué el hermano mayor no saca la tremenda fuerza que ha desarrollado con los años?

...No, retiro el inicio del último párrafo.
Voy a pararme, no veo la hora de ser parte de este cambio, esta nueva revolución!



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